
En nuestro fugaz y esquivo tiempo en el que nos ha tocado vivir, los corazones heridos que somos legión (más que oyentes de reggaeton), sentimos la imperiosa necesidad de encontrar un verdadero sentido a nuestra vida. Nada nos parece suficiente viajes, experiencias al límite, drogas de diseño, multisexo, hijos, perros, coches…..
Tras todo ese vacío y vacuo oropel, somos seres cargados de miedo e inseguridades infinitas, que necesitamos sentirnos queridos, ansiosos por amar y ser amados, pero nos puede la urgencia y la inmediatez, y ahí está el mayor de nuestros problemas, nada realmente en la vida que merezca la pena ser vivido viene cuando lo buscamos con angustia, tan sólo la calma y la sabiduría que da el paso del tiempo son las llaves que abren esa puerta…
No hemos aprendido a escuchar el significado del silencio que habita en nosotros, y cuando llegamos a aprenderlo nos ayuda a descubrir el silencio que gritan las otras almas doloridas, el que nos acercará a ellas.

Todos anhelamos el suave tacto de otra persona, pero no sabemos ver más allá de lo que se esconde detrás de sus ojos, su alma desnuda.
Nos pasamos los mejores años de nuestras efímeras vidas corriendo tras algo que ni si quiera sabremos reconocer cuando lo encontremos, hemos de tropezar y caernos mil veces, pero hay almas tan doloridas que ya no se pueden levantar, y se diluyen entre los pliegues del océano del tiempo. Y el resto que seguimos en pie maltrechos, intentamos huir de nosotros mismos, de lo que anida en lo más profundo de nuestro ser…

La triste paradoja es que sólo con el paso de muchos años, de hacernos a medida un traje lleno de cicatrices y heridas, es cuando aprendemos el valor de saber esperar para descubrir lo que siempre quisimos hallar y jamás supimos encontrar. Como la suave brisa de verano que aparece cuando menos la esperamos, pero que es tan fugaz que apenas da tiempo a disfrutarla.
Tan sólo quiero dejar testimonio de que hay que seguir mirando al futuro con la curiosidad de un niño, ese que se escondió tras las falsas seguridades y certezas del adulto en el que nos hemos convertido, tan sólo tenemos que sentarnos en silencio ante nosotros mismos, como el más severo de los tribunales, y abrir nuestra alma, que fluya todo lo que hemos retenido tras las compuertas del convencionalismo, la inmadurez y la intrascendencia, y cuando llegue ese día, nuestra vida recuperará el sentido que creíamos perdido, y que tan sólo se encontraba en el lamento silencioso de otra alma que anhelaba encontrarnos.
A tí, que aguardabas anhelante y en silencio tras esa esquina, HASTA QUE EL DESTINO NOS ALCANCE….