La soledad me ha acompañado toda la vida, acechándome como un perro de presa. La he rehuido, la he temido, la he odiado, pero después de más de cinco décadas de este perverso juego del ratón y el gato, he comprendido que es mi más fiel, equilibrada, y hermosa compañera, la que siempre ha estado ahí, la que nunca me ha fallado, la que me ha acogido cuando lo necesitaba, siempre formará parte inherente de mí, y ahora soy yo el que me dejo caer en sus brazos.
