Matando unicornios

Recogida en los bestiarios mitológicos medievales como una práctica de caza especial, para tan extraordinario animal, consistía en colocar una púber y tierna doncella como cebo, y al acercarse el animal era cazado (angelitos, hoy con poner un radiocasete a toda pastilla con reggaeton ininterrumpidamente te cargarías toda la flora y la fauna en 10 kilómetros).

En esta nuestra historia, en la que cualquier parecido con la realidad es más auténtico que el flequillo del presidente valenciano, vuelve a aparecer la Srta. B, uno de los personajes de la entrada Drinking en AL, y seguimos su atribulada búsqueda de unicornios / parejas ideales, trasunto del viaje de Alicia en el país de las maravillas, en un mundo lleno de quimeras, modelnos de discoteca, maduritos pagados de si mismos, moteros cargados de arrugas y experiencias vitales, argentinos engolados, surferos del norte, y otra fauna postocovidtinderiana…

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De guerras y corazones heridos

Los que peinamos canas ya, hemos vivido muchas guerras, metafóricas y reales. Esta última guerra, la de Ucrania, parece que ha sido la madre de todas las guerras, pero no es así, si es cierto que para una generación, la de mis hijos, es la primera a la que han asistido por televisión. Pero desde que estoy en este mundo he sido coetáneo de la de Vietnam, la del Libano, la de doble de Afganistán (primero con los rusos y luego con los americanos), la de Iran-Iraq, la invasión de Iraq, las de Yugoslavia, la guerra de Siria, la de Inglaterra y Argentina por las Malvinas, la guerra de Kosovo, la de Rusia y Chechenia….

El ser humano es connatural a la guerra y la destrucción, pero las guerras que a mí me interesan, son las que libramos contra nosotros mismos y nuestros sentimientos, y aquellos a los que amamos o nos aman. Hoy es un día especial, a refubo del día del libro 2023, y dejo un relato que escribí al poco de iniciarse la Guerra de Ucrania para una persona que estuvo, está y estará en mi vida desde hace más de 20 años. La distancia nunca es el olvido, pero sí a veces una barrera infranqueable…

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Drinking in A L

Deambulando de nuevo sin rumbo por los rincones del Palacio de mi Memoria, único lugar común al que vuelvo sin hastío, resuenan los ecos de nuevo de la canción de los Maniac Street Preacher (esos furiosos predicadores callejeros), «EVERITHING MUST GO». Después de la tormenta, todo debe continuar.

Pero esta historia la recuerdo entre una bruma etílica y como un chute de vida en vena. Está llena de mucho alcohol, conversaciones escatológicas, risas, tinte para el pelo, confesiones íntimas, música, luchas políticas soterradas, babosos de discoteca, una ciudad frente al mar (allí donde Cristo perdió la chancla y no la encontró ni Dios), y otra ala de mi palacio que se ha ampliado, empezamos el viaje amigos….

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